MUSEO VIRTUAL DE

 

HISTORIA DE LA MASONERÍA

   

  DE LA TRANSMISIÓN INICIÁTICA

 

La iniciación propiamente dicha consiste esencialmente en la transmisión de una influencia espiritual, transmisión que no puede efectuarse más que por medio de una organización tradicional regular, de tal suerte que no podría hablarse de iniciación fuera del vinculamiento a una tal organización. Hemos precisado que la «regularidad» debía ser entendida como excluyendo todas las organizaciones pseudo-iniciáticas, es decir, todas aquellas que, cualesquiera que sean sus pretensiones y de cualquier apariencia que se revistan, no son efectivamente depositarias de ninguna influencia espiritual, y, por consecuencia, no pueden transmitir nada en realidad. Desde entonces es fácil comprender la importancia capital que todas las tradiciones dan a lo que se designa como la «cadena» iniciática. Esta palabra «cadena» es la que traduce el hebreo shelsheletk, el árabe silsilah, y también, el sánscrito paramparâ, que expresa esencialmente la idea de una sucesión regular e ininterrumpida.

La transmisión mediante el ritos, ¿tienen por sí mismos una eficacia que les es inherente? Sí la tienen, pero, para que estos ritos tengan su efecto, es preciso que sean cumplidos por aquellos que tienen cualidad para cumplirlos. Por más que observe todas las formas y se aporte incluso la intención requerida, no se obtendrá ningún resultado, porque no se es portador de la influencia espiritual que debe operar tomando estas formas rituales como soporte. Formulamos expresamente aquí esta condición de la intención para precisar bien que los ritos no podrían ser un objeto de «experiencias» en el sentido profano de esta palabra; aquel que quiera cumplir un rito, de cualquier orden que sea, por simple curiosidad o por experimentar su efecto, podrá estar bien seguro de antemano de que ese efecto será nulo.

Insistimos, una transmisión regular es indispensable para permitir cumplir válidamente los ritos que implican la acción de una influencia de orden superior, que puede llamarse propiamente «no humana», lo que es a la vez el caso de los ritos iniciáticos y el de los ritos religiosos.

De ahí deriva inmediatamente la consecuencia de que, incluso una organización donde no se encontraran ya en un cierto momento más que lo que hemos llamado iniciados «virtuales» por eso no seguirá siendo menos capaz de continuar transmitiendo realmente la influencia espiritual de que es depositaria; para eso basta que la «cadena» no esté interrumpida; y, a este respecto, la fábula bien conocida del «asno que lleva reliquias» es susceptible de una significación iniciática digna de ser meditada.

Extractado de: René Guenón, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo VIII.

 

  

 

 

 

 

        

  

 

 

    

        

  

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